Aunque muchos
no lo sepan, en Cagua reside una joya de las universidades experimentales
politécnicas, una pequeña gema formada en las lejanas tierras del suroeste de
Aragua, una formidable reliquia que echó
sus cimientos en las alturas de un tercer piso, hablamos de la única y, por
ende, la mejor Unefa del municipio sucre, núcleo Aragua extensión Cagua.
Esta casa de estudios tiene abierta
sus puertas desde 2005 y desde entonces ha sido prácticamente indetenible. A
pesar de su carente disponibilidad de espacio y precario presupuesto, se
apoderó del piso más alto del C.C. La Pirámide y se las ha arreglado para
ofrecer a sus estudiantes la oportunidad de recibir clases como dicta la ley:
pizarrones, sillas y mesas. Eventualmente muchos aires acondicionados se han
dañado, y más de un tercio de las sillas rechinan, pero nunca han funcionado
como excusas para poder evitar que los docentes sigan dando clases.
Posee una amplia gama de profesores,
así como en un mercado de economía neoliberal, cuenta con una variedad de
productos con diferente estilo y calidad, con la diferencia de que en la
mayoría de los casos, los estudiantes no tienen la opción de elegir, y para
colmo, algunos optan por atrasar una materia con tal de no ver a tal o cual
docente. Pero hay que estar claro en que ellos son parte fundamental del
proceso, y aunque se comente por los pasillos que algunos son mejores que otros,
hay que agradecerles su labor, porque aún cuando su trabajo sea remunerado, es típico
escuchar de parte de ellos “No vivo de lo que me paga la universidad, yo les
doy clases por vocación, por honor, ¡por la gloria!” palabras más, palabras
menos; y que sencillamente sin ellos no habría universidad.
Siendo esta casa de estudios,
literalmente como una segunda casa para los estudiantes, donde pueden llegar a
pasar más de la mitad del día bajo su refugio, es normal que los jóvenes generen
conflicto con las autoridades cuando están incumpliendo alguna de las
inmensurables normas, como sentarse en los pasillos o tener la franela por
fuera, normas que me parecen un poco extremistas, y que me hacen pensar que van
a llegar al punto de prohibir fruncir el ceño o simplemente sonreír.
Pero cuando los alumnos desean
liberarse un poco de las escrupulosas reglas unefistas, siempre pueden bajar a
tomar aire fresco, apoderarse los alrededores de La Pirámide, comer sentado en
las escaleras, hacer reuniones sociales en las gradas del Aguirre o jugar un
buen partido de básquet en La Haciendita, lugares icónicos para un unefista de
Cagua, y aunque la actitud reacia de los estudiantes a cumplir las normas no
convenza a muchos, eso no impide la formación de excelentes profesionales que
dejarán su huella en la república.
Por eso, la Unefa Cagüense fija con
especial entereza su ideal de no parar de dar clases, aún cuando se presenten
saqueos, paro de transporte, manifestaciones, intento de golpe de Estado o
riesgo de terremoto tipo 7, los estudiantes siguen siendo esperados en las aulas,
al menos por aquellos profesores que son más fieles que los violinistas del Titanic. Pese a que usualmente se ponen
intensos con la normativa del uniforme para entrar a la mencionada institución,
una cosa no tiene que ver con la otra, según ellos: ¡igual hay clase! Triste por quien
olvidó su correa o su carnet.
Aunque puedo llegar a hacer comentarios
hilarantes sobre la Unefa, estoy orgulloso de haber sido uno de los estudiantes
que logró salir por la puerta grande al final del recorrido, agradeciendo los
conocimientos adquiridos y las amistades forjadas, jactándome de comentar que
la Unefa nunca cerró sus puertas, ni entro en paro como alguna que otra
universidad nacional. La Unefa Cagüense fue, es y espero que sigua siendo, la
inexpugnable universidad que no se detiene y continúa dando clases contra
viento y marea.